domingo, noviembre 11, 2007

Pateando Espadas

Este cuento lo empeze a escribir ya nisiquiera recuerdo en que fecha pero fue hace mucho tiempo y pretendo seguir, asi que lo continuare aqui en mi blog. Espero les guste.


Parte I

La niebla nocturna comienza a dispersarse, en la ciudad principal del reino de los elfos Arthedain, las aguas del río Enedhwait estaban tranquilas pero a la vez oscuras, todavía existían tenues indicios que había sido de noche, el cielo esta de un tono azul mar. Comienza a salir el sol, pequeños rayitos de luz atraviesan la ventana de la habitación de Elderane, iluminando su cuerpo que estaba preparándose para salir. Su pelo azabache colgaba dejando en claro lo largo que era, entonces ella tomo su cabello y se hizo una trenza para poder comenzar con su largo viaje, debía ser sigilosa, no debía alertar a los guardias que su padre había colocado en la entrada de su puerta, para asegurarse que no saliera de ella. Pero la princesa Elderane estaba lista para partir, debía llegar hasta Azghard cruzando el bosque sombrío, entonces ella tomo su arco ,sus flechas, y su espada. Tenia la mente en blanco preparada para atacar por la espalda a los guardias, abrió la puerta de la habitación sin hacer el menor ruido. Los guardias estaban parados uno al frente de la habitación, y el otro estaba justo dándole la espalda a la puerta, la elfa se escurrió entre las sombras, tan rapida que en un abrir y cerrar de ojos ya estaba frente a los guardias, dándoles unas certeras estocadas. Los guardias no sufrieron durante su muerte, los dos elfos yacían inertes en el suelo, en sus rostros se reflejaba que apenas entendieron que había ocurrido en ese momento. La princesa volvió a envainar su espada lentamente, dio media vuelta y camino por el pasillo que estaba recibiendo los primeros rayos del sol, pero en el camino se encontró con algo que no esperaba.

Alli estaba parada frente a ella, era Mariel. La rubia princesa miro fijamente a Elderane, los angelicales ojos azules de Mariel chocaron con la mirada fría de los ojos negros de su hermana, entonces una lagrima callo por las rosadas mejillas de la rubia elfa, la cual dio media vuelta y se fue llorando a su habitación. Elderane al ver que su hermana se iba, tomo la opción de retirarse rápidamente antes de ser descubierta de nuevo, entonces la elfa salio del palacio y monto en su caballo, mientras Elderane desaparecía entre las ultimas sombras de la noche Mariel miraba desde la ventana de su cuarto como su hermana se iba, para quizás... no volverla a ver nunca mas.

La ciudad de Arthedain despertó consternada al saber lo que había acontecido en este amanecer, el rey de los elfos, Elgard, se dirigió hasta el lugar de los hechos y vio horrorizado, lo que la mayor de sus hijas había hecho, los dos guardias elfos estaban tirados en el piso junto con un charco de sangre que había manchado casi todo el pasillo, Elderane le había atravesado la garganta a uno y el otro tenia una gran herida en el pecho. Elgard enfurecido, se dirigió a ver si Mariel estaba bien, y la encontró llorando sin consuelo en su cuarto.

- ¿Que te pasa hija mía?

- Lo e visto todo padre - dijo la elfa entre lagrimas -, mi hermana lo hizo, ella se fue y se que no volverá más.

El rey preocupado por el bienestar de su hermosa hija decidió hechizarla, para que no recordara mas ese amanecer. Después de hechizarla Mariel pensaba que su hermana se había ido, pero no recordaba la carnicería que había presenciado, el padre mas tranquilo decidió mandar a llamar a sus colaboradores para que resolvieran como asumir el peligro que presentaba que Elderane estuviera suelta vagando por el mundo.



La elfa tuvo que dejar su caballo abandonado, en la entrada del bosque oscuro, entonces emprendió la caminata para cruzarlo lo mas rápido posible. El bosque era sombrío, lucubre y tenebroso, pero Elderane estaba pensando solo en salir rápido del lugar, para poder llegar lo antes posible a Azghard. De pronto sintió el ruido de una rama quebrándose, miro hacia atrás, pero antes de que pensara en lo que estaba sucediendo ya estaba colgando de un árbol enredada en una red. La elfa dirigió su mirada hacia adelante, y vio un gigantesco orco acercándose a ella, se asusto pero lo observo detenidamente y se dio cuenta que no era un orco, sino, que era un semi-orco.

- Una Elfa... - se hizo un silencio por unos instantes -, les tengo mucho respeto a los elfos - exclamo el semi-orco mientras la soltaba con sus grandes manos, el era muy grande, con los músculos marcados, con los ojos negros y el pelo largo-.

- ¿Quien eres?..

- Soy Krron... vivo aquí en el bosque, ya que, mi ciudad fue destruida por Etercaps

- Yo soy Elderane

El semi-orco se quedo mirando fijamente a la elfa, pero abruptamente entro a la escena un chancho llamado Willy, Krron le presento el chancho a Elderane y le explico que el era su unica compañia y su unico amigo. Ambos se hicieron amigos y decidieron seguir juntos su camino.

- ¿Hacia donde vas elfa?

- No me digas elfa tengo nombre, me dirijo hacia Azghard.

- Conozco ese lugar... pero no lo visito hace mucho tiempo..



- ¿Llego el caballero? - pregunto el rey elfo, a uno de sus ciervos -.

- Mi señor ya esta entrando a la ciudad, no tardara mucho en llegar.

- Entonces prepara una nueva asamblea, reúne a todos... Esto no puedo alargarse mas

Mientras, la princesa Mariel yacía en su cuarto tratando de comprender las razones que tuvo su hermana para escapar. Estaba muy perturbada, por que recordaba imágenes en sus sueños, las cuales iban y venían furtivamente a confundir su cabeza, al parecer el hechizo que le había lanzado su padre no fue lo suficientemente fuerte, para hacerla olvidar todo lo ocurrido esa noche. Confusa la princesa dirigió su mirada hacia la ventana, la misma por la que había visto la fuga de su hermana, y admiro asombrada a un fornido caballero, se notaba que no era elfo, era un semi-elfo. Su cabello rojizo brillaba ante la calida luz del sol, sus ojos verdes resaltaban como dos esmeraldas y sus finas facciones de elfo cautivaron a Mariel. En ese instante el dirigió su mirada hacia el palacio, encontrándose con la maravillosa belleza de la princesa, entonces su corazón comenzó a palpitar mas rápido, y sentía un peso en el pecho, esa mujer lo había hechizado. Aunque en realidad, el destino los había querido unir a ambos en el mismo instante.

- El caballero Alexander de Azghard, se presenta antes sus ojos majestad - anuncio el presentador del rey, mientras el semi-elfo conocía por primera vez el palacio que alguna vez albergo a las raíces de su sangre-.

- Lo eh estado esperando con ansias hijo de Sephiroth - exclamo el rey, mientras Alexander se arrodillaba ante el -.

- Es un honor su majestad - dijo agachando la cabeza mientras su pelo le caía por la cara -.

- Levántate caballero, desde ahora tu eres de toda mi confianza - exclamo mientras el joven se levantaba -. Iré al punto, mi hija Elderane es una elfa malvada, aun desconocemos por que fue así pero lo estamos investigando. Lo mas seguro es que ahora esta tratando de unirse al ejercito rebelde, que quiere terminar con nuestra raza de elfos, su objetivo es destruirme a mi y a este hermoso reino, para eso te e mandado llamar... quiero que custodies a mi hija menor, la hermana gemela de Elderane, su nombre es Mariel. Debes protegerla con tu vida, ella es la única esperanza de este reino, cuando yo no este, Mariel será la reina y deberá luchar...

- Señor no se preocupe, juro por mi vida que la defenderé aunque tenga que vender mi alma a un demonio.

El rey satisfecho con el desarrollo de lo que había acontecido, decidió invitar a Alexander para la reunión que realizaría en los próximos minutos. Pero el prefirió conocer mejor a la princesa, y comenzar a cumplir con su labor lo antes posible.

La princesa estaba admirando desde uno de los jardines altos del palacio la belleza de la ciudad elfa, cuando de pronto algo la saco de sus pensamientos, era Alexander, el cual volvió a quedar anonadado con la deslumbrante belleza de Mariel. Cuando el se dio cuenta que la elfa lo había avistado, se arrodillo en señal de saludo.

- Levántese caballero.

- Me presento su majestad Mariel, mi nombre es Alexander. Y por orden de su padre desde este momento seré su guardia personal.

- Si es así como dices, puedes llamarme Mariel.

- Esta bien, desde hoy seré su sombra, no la dejare sola en ningún momento. No se preocupe usted puede confiar en mi.

- Muchas gracias Alexander. Espero que podamos ser buenos amigos

La princesa le regalo una hermosa sonrisa a Alexander, la cual fue correspondida por el. De pronto se hizo un silencio, que fue abruptamente interrumpido por un fuerte sonido de una trompeta la cual venia anunciando a uno de los reyes humanos.